PERDIDA DEL BERGANTÍN “ARROGANTE ASTURIANO” EN LA PUNTA DE QUENXE EN EL AÑO 1856

 

El viento fue durante una época el medio principal que utilizaban los buques para su propulsión, la falta de él o la fuerza con la que soplaba condicionaban sus navegaciones. No era raro que una navegación que tenía como destino un determinado puerto se retrasase o simplemente no se llegase a alcanzar debido a ello.

Este fue el caso del Bergantín “Arrogante Asturiano”, una de las muchas embarcaciones que acabó sus días de navegación en las aguas de la Costa da Morte, concretamente en la Punta de Quenxe en Corcubión. A continuación pasamos a narrar lo que quedó reflejado en la protesta de mar que ante el notario Francisco López Recamán realizó su capitán.

La historia comienza en Gijón el 13 de marzo de 1856 donde el mencionado Bergantín, bajo el mando del capitán D. Fructuoso García Santamarina, cargó en sus bodegas 1.098 quintales de hierro, flejes y planchuela, 230 quintales de tabla de nogal, 600 quintales de carbón de cok, 6 cajas de cristas, 4 cajas de paneles de vidrio, 2 cajas de copa y vasos, 8 cajas de maestranza y 25 barriles de manteca, cuyo destino era el puerto de Cartagena, el fletador era el vecino de Gijón D. Vicente Díaz.


Vista de las antiguas salazones de la Playa de Quenxe

Tras su conveniente estiba y una vez alistado para la navegación, emprendió su viaje el mencionado día 13, las condiciones meteorológicas no eran demasiado favorables y el día 16 se vio obligado a entrar de arribada en el puerto de Ferrol, en donde permaneció hasta el día 30 en el que sobre las siete de la mañana reemprendió el viaje, el viento era fresco y había algo de marejada que según avanzaba la navegación iba en aumento. El día 31 alcanzaron y rebasaron el Cabo Finisterre, el viento y la mar seguían aumentando y se vio en la obligación de recoger algo de aparejo, sobre las 2 de la madrugada del día 1 el viento les azotaba fuertemente el costado, y tras intentar sin resultado, debido a la cerrazón reconocer el faro de Cabo Silleiro, decidió retroceder su navegación en demanda del Cabo Finisterre para buscar refugio. A las 7 de la mañana consiguió reconocer la sombra de dicho cabo a una distancia de unas 5 millas, hacia la cual dirigió su proa, al poco tiempo se volvió a cerrar y viendo que era un compromiso seguir en la misma vuelta por la falta de visibilidad decidió variar su rumbo y puso proa al Cabo Cee. Para mayor seguridad en la maniobra de entrada en el seno de Corcubión debido al estado del mar y las rompientes que les acechaban, ordenó al piloto y a uno de los marineros subir a la verga del velacho para vigilarlas. Rebasado el Cabo Cee y el Castillo del Cardenal, uno de los vigías divisó una rompiente por la proa, sin embargo ya era muy tarde para rectificar, el barco no obedeció a la maniobra del capitán y faltó a la virada. Para evitar irse sobre las rocas ordenó arriar las anclas, dejando caer primero la de estribor y luego la de babor, que con un fuerte golpe de mar perdió, empezando el barco en ese momento a dar fuertes pantocazos que lo reviraron quedando con la proa a tierra, con un nuevo pantocazo y debido a que estaba sobre las piedras, se partió en dos por el caramanchel de popa, cayendo el palo mayor sobre las rocas. En ese momento el capitán ordeno el abandono, aprovechando la posición en que había quedado el palo mayor para ganar la costa, eran aproximadamente las 9 de la noche. Una vez comprobado que todos estaban a salvo caminaron hasta alcanzar un muro en el cual permanecieron a resguardo hasta el amanecer, el capitán, piloto y un marinero salieron en demanda de ayuda a la población mas cercana. Tras alcanzar el arenal de Quenxe, buscaron auxilio en una de las fabricas de salazón allí establecidas y que resulto ser la de D. Agustín Sagrista que les presto auxilio y a la vez ordenó a uno de sus empleados se dirigiese a Corcubión para dar parte a las autoridades de Marina. Ese mismo día ya personadas las autoridades en la Casa Fabrica de Quenxe y debido al estado en que se encontraba el capitán, encomendó a su piloto y al tercer piloto del puerto de Corcubión D. Ramón Rivas la labor de intentar recuperar lo que se pudiese del barco y carga. Parte de esta consiguió salvarse y los gastos ocasionados en su recuperación fueron abonados por la Compañía General de Seguros Marítimo de Barcelona en la que estaba asegurado y cuyo representante en la zona era el vecino de Cee D. Antonio Luciano Gómez. Así terminó en la Punta de Quenxe una navegación que se inició en Gijón y cuyo puerto de destino era Cartagena.


Fuente Archivo Historico Universitario de Santiago de Compostela. Notario Francisco López Recaman.

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