LA ÚLTIMA SINGLADURA DEL BERGANTÍN GOLETA "UNIÓN". 145 ANIVERSARIO DE SU NAUFRAGIO.
El 1 de mayo de 1846, el armador y
vecino de Corcubión Antonio Abella[1] solicitó formalmente
licencia al Comandante Militar de Marina de la plaza para la construcción de un
buque destinado al transporte de mercancías. El encargo se realizó por 80.000
reales de vellón al maestro carpintero de Muros José Malvárez. Tras ser
concedida la licencia y provisionarse de materiales el mencionado carpintero
construyó la embarcación en Corcubión sin mayores contratiempos. En la
escritura de construcción y pertenencia, firmada por ambas partes el 23 de
noviembre de 1846 ante un escribano de la propia villa de Corcubión, constan
las siguientes características del buque: eslora, 77 pies de Burgos, manga 23,
3, puntal 11 y según arqueo del carpintero, desplazaba 123 toneladas. A este
buque se le puso de nombre "Unión".
Con fecha posterior a su botadura
existe abundante información de un barco con base en Corcubión de esas mismas características
que aparejaba primero a bergantín y tras una profunda remodelación
materializada en el año 1866 pasó a bergantín-goleta. En los documentos
manejados aparece en primer lugar con el nombre de Unión o La Unión y
después como Nueva Unión o La Nueva Unión. Este cambio de nombre y
aparejo se confirma con el contenido del asiento de inscripción del buque que
consta en la documentación histórica del Distrito Marítimo de Corcubión. En el
mismo aparece la inscripción original con el nombre de Unión y posteriormente, tras su transformación, como Nueva Unión. Tras este cambio de nombre
y arboladura se le hizo un nuevo arqueo al buque, constando de la siguiente
manera: desplazamiento 166 toneladas, eslora 87 pies y 6 pulgadas, manga 24
pies y 6 pulgadas, puntal 13 pies.
Ya como bergantín goleta y con su nuevo
nombre de Nueva Unión aparecieron
otros interesantes documentos de protesta. En el primero, fechado en 1867, su
nuevo capitán Francisco López García[3] relata una problemática
travesía desde Hamburgo a la Habana. Esta protesta se complementa con un apunte,
de fecha 30 de septiembre de dicho año, que consta en el asiento de navegación
del buque a partir de un oficio del Cónsul General de España en Hamburgo: (....) a consecuencia de avería en la
navegación, se le hicieron las obras de reparación indispensables para poder
continuar navegando (...)".
En los siguientes documentos
encontrados sobre esta embarcación, de 1869 y 1872, aparece como nuevo capitán,
José Antonio Abella Rodríguez, hijo del armador y hermano de otros capitanes
del Corcubión de la época[4]. Las rutas y la carga que
constan en esas escrituras de protesta, también de arribada en Corcubión, eran:
la primera de Hamburgo a Cienfuegos, en la isla de Cuba, y en la segunda de
Amberes a la Habana. En los dos casos consta que transportaba carga general.
La siguiente información que apareció
del Unión o Nueva Unión, fue ya de su naufragio acaecido en la tarde del día 2
de noviembre de 1873 en Santander, a donde quería entrar de arribada por mal
tiempo, en uno de sus frecuentes viajes al norte de Europa para cargar
mercancía para transportar a América.
En el periódico local de Santander
"Boletín de Comercio" se publico la siguiente información[5]:
“El invierno se
ha inaugurado bien funestamente, y la estación de los temporales empezó ya a
cobrar un tristísimo contingente de vidas, que hace decaer el ánimo y temblar
la pluma en la mano.
El día 2 de noviembre ha
sido un día de luto.
Con una imponente mar de
fondo, bastantes cerrazón y chubascos del Noroeste, embistió ayer nuestro
puerto de Santander, después de medio día y fuera de marea, un bergantín goleta
español, que se cree se llama el Buenaventura, procedente de Corcubión.
Descorazonada debía de venir la dotación de este buque, porque así que se
vio en las Quebrantas dio fondo inmediatamente; y
sin cuidarse en el aparejo, que dejó todo largo, ni de maniobra alguna, ni aun
en reparar siquiera en que la determinación que iban a tomar les disponía a una
muerte segura, vióse saltar a 8 hombres a un frágil bote, sin remos, teniendo a
bordo una lancha que podía oponer alguna más resistencia, aunque las
circunstancias eran de todo punto desesperadas y los auxilios imposibles.
El pequeño vapor Luchana,
de Bilbao, único que se hallaba en aquellos momentos en disposición de prestar
servicio, hizo todo cuanto pudo, animados sus tripulantes del mejor y más
humanitario deseo, pero en vano.
En medio de todas estas
dificultades, un hermoso bote salva-vidas atravesaba rápido la bahía en
dirección al buque en peligro, conduciendo siete valientes marinos, dispuestos
a arrostrar toda clase de peligros; privilegio de esas almas levantadas y de
esos corazones generosos que ven en cada hombre un hermano.
Eran estos marinos dos
capitanes de vapores ingleses, uno de ellos el del "Miño", al que
pertenecía el salva-vidas, tres de sus tripulantes, y el buzo y ayudante del
vapor español "Cid".
Como a tres cables del
"Buenaventura", un furioso golpe de mar hizo zozobrar el bote,
tragándose las olas aquellas siete preciosas vidas, que momentos antes latían a
impulsos del más generoso heroísmo.
Otro golpe de mar había
estrellado contra el "Buenaventura" el bote en que se hallaban
refugiados los ocho hombres de su tripulación, convencidos desde el primer
momento los que presenciaban desde distintos puntos de la costa tan horrible
espectáculo, que no había salvación posible para aquellos infelices hijos del
penoso trabajo del mar: así fue en efecto: todos perecieron también.
Y así, de tan dolorosísima
manera, costando la vida a quince hombres, dio comienzo el invierno en nuestra
costa y terminó el 2 de noviembre.
Nos falta valor para
continuar hablando de esta catástrofe...
Que Dios haya acogido en
su seno a las víctimas de ayer”.
Entendemos que la historia es real,
pero el nombre del buque se refleja de manera incorrecta. Esta teoría se
confirma con la información encontrada en la documentación histórica del
Distrito Marítimo de Corcubión. En el asiento de inscripción del buque se recoge
el naufragio en la barra de Santander del bergantín goleta Nueva Unión el mencionado 2 de noviembre, así como el fallecimiento
de sus 8 tripulantes.
En un apunte de la hoja de inscripción marítima de uno de los ahogados se refleja: “(…) Antonio Lojo y Abella falleció ahogado en la barra de Santander en el bergantín goleta Unión el día 2 de noviembre de 1873, según oficio del Exmo. Señor Capitán General de este Departamento, fecha 19 de diciembre siguiente (…)”.
También en los libros sacramentales de difuntos de las parroquias de
origen de los tripulantes aparece información al respecto. En la parroquia de
San Pedro de Muros se localizó la inscripción del fallecimiento del mencionado
Antonio Lojo Abella, vecino de la misma y probable nieto del armador. De su
partida destaca lo siguiente:
“ El 12 de noviembre de
1873 se hizo una función de entierro a duelo, con asistencia de 9 señores
sacerdotes en la iglesia parroquial de esta villa de San Pedro de Muros, por el
alma de Antonio Lojo, soltero, marinero de como 16 años de edad, hijo legítimo
de don Manuel y doña María Abella, todos de esta vecindad, el que según dijeron
murió ahogado el día 2 del mismo mes y año en la entrada de Santander, yendo de
plaza en el bergantín Unión, de Corcubión, para que conste, como cura propio de
esta parroquia (…)”.
En uno de los libros sacramentales de difuntos de la villa de Cee aparece
la inscripción del fallecimiento de seis marineros ahogados. Aunque no consta
en ninguna de las partidas el lugar y el día del naufragio, todo parece indicar
que se trata de tripulantes del Unión.
Los documentos empiezan así: “En el día
once de noviembre de 1873 se hicieron los funerales de entierro y honras
fúnebres por el alma de Jesús Gómez (…) Joaquin Alejandro (…) Crisanto
Rodríguez (…) Juan Antonio Tomé (…) Sebastián Tomé y Ramón Suárez (…)”.
Surge un interrogante respecto al fallecimiento del tripulante que falta,
el entonces probable capitán de la embarcación, José Antonio Abella Rodriguez,
ya que en esas fechas no aparece en los libros sacramentales de las parroquias
consultadas. La respuesta la podemos encontrar en el último documento de
protesta manejado referente al bergantín goleta Nueva Unión, otorgado en el año anterior a su naufragio: “En Corcubión a 23 de julio de 1872 ante mí,
escribano y testigos (…) comparecen don José Antonio Abella y Rodríguez, al que
conozco, soltero, de 25 años, vecino de este pueblo y capitán del bergantín
goleta Nueva Unión, de 142 toneladas, siendo su armadora doña Rosa Rodríguez y
Senande[6],
y don Victoriano de Olalde, soltero, piloto de dicho buque, avecindado en
Bermeo, provincia de Vizcaya, y dijeron: Que cargaron su buque en Amberes, de
donde salieron en dirección a la Habana (…) el capitán enfermó con un fuerte
dolor en la cabeza, sin poder salir de la cámara, por no poder sostenerse en
pié, no poder hablar y tener una fuerte calentura (…) como el capitán iba de
mal en peor decidieron arribar a este puerto (…) El referido capitán fue
reconocido por el médico de sanidad, declarando este que de ningún modo podía
seguir viaje, por cuya razón dicho piloto sustituye al capitán en el mando del
referido buque (…)”. Del contenido de este documento se puede pensar que en
el último viaje del Nueva Unión, José
Antonio Abella no iba embarcado en el buque siniestrado y por eso no aparece su
partida de defunción. Como tampoco aparece en las parroquias consultadas de la
comarca ninguna otra partida de defunción del posible capitán, podemos deducir
que este era foráneo. Se excluye también que ejerciera de capitán en la última
singladura el mencionado piloto de Bermeo, Victoriano de Olalde, ya que tampoco
aparece su partida de defunción en el Archivo Diocesano de Vizcaya en las
fechas posteriores al naufragio.
Si la información anterior sobre este buque puede resultar interesante
para los vecinos de la comarca y, en general para los amantes del mar y la
navegación, su historia tiene mayor relevancia si como pensamos, su naufragio
fue inspiración para el escritor santanderino José María Pereda cuando en 1884
escribió su novela Sotileza. En
el capítulo II de la misma, titulado De
la Maruca a San Martín, se recoge lo siguiente:
“(…) ¿Quién de los que entonces tuvieran uso de razón y vivan hoy, habrá
olvidado aquella tarde inverniza y borrascosa en que apenas avistaba el puerto
una fragata, se oyó de pronto un teñido retumbante, acompasado, lento y
fúnebre, del campanón de los Mártires?
¡A barco!- exclamaron cientos y cientos de personas que conocían el toque.
-!La Unión!- añadían consternadas, echándose a la calle, las que aun no habían
salido de casa. Porque no ignoraba nadie, desde por la mañana, que La Unión era
la fragata avistada, y que venía corriendo un temporal furioso.
Yo me hallaba en la escuela de Rogí al sonar el campanón, y ninguno
preguntó allí ¿qué fragata era esa? cuando se nos dijo ¡La Unión se va a Las
Quebrantas! Todos la conocíamos y casi todos la esperábamos (…) después, como
daba a la costa tan hermoso buque, y se despedazaba a los golpes del
embravecido mar, y caía sobre sus despojos una nube de aquellos rapaces
costeños, de quienes se contaba, y aun se cuenta, que ponían una vela a la
Virgen de Latas siempre que había temporal, para que fueran hacia aquel lado
los buques que abocaban a puerto. No cabe en libros lo que se habló de aquel
triste suceso que hoy no llevaría dos docenas de curiosos al polvorín de la
Magdalena. Y aun fue, pasados los años, tema compasible de muchas y frecuentes
conversaciones; y todavía hoy, como se ve en la muestra, sale a colación de vez
en cuando (…)”.
Aunque el novelista modifica algún dato como el tipo de embarcación o lo
acaecido con los náufragos, el hecho de llamarse igual, que el buque en sus
viajes al norte de Europa hacia frecuentes paradas en Santander para descanso
de los marineros, avituallamiento o para reparaciones, y sobre todo, por el
dramatismo y visibilidad del naufragio, todo parece indicar que José María
Pereda para la redacción de su novela se inspiró en lo ocurrido al Unión aquel infausto día de noviembre de
1873.
En Corcubión y Esteiro a
16 de septiembre de 2018
[1] Fue uno de los mayores armadores de Corcubión de mediados del siglo XIX. Además de esta embarcación era propietario de todo o parte de los siguientes buques mercantes: quechemarín Santa Fé, bergantín goleta San Antonio y San Francisco, polacra goleta Nuestra Señora del Carmen, bergantín goleta Nueva Carmen, bergantín goleta Ramoncito, bergantín Sagitario y bergantín Ancares.
[2] Casado con Dolores Abella Rodríguez, hija del armador.
[3] También probable familiar del armador. Una hija de Antonio
Abella llamada Elena estaba casada con Benito López.
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